M.P. Delgado

Había pasado una semana desde que Oliver le abrió la puerta de su casa a Josh por la madrugada, parecía que todo tomaría el rumbo más lógico pero a causa del trabajo de Oliver y de los horarios de muerte de Josh no habían podido coincidir en nada.

 

Como a mitad de semana, Oliver le hizo una llamada a Josh pero como se encontraba en la estación de bomberos fue sumamente breve así que Josh le dijo que estaban bien y que después le devolvería la llamada. No hubo más y Oliver notó algo extraño en la voz de Josh como si de algún modo quisiera evitarlo.

 

Se dijo a sí mismo que tal vez solo era porque estaba de servicio, no podían haber cambiado las cosas tan así de repente ¿o sí?

 

Oliver no sabía que pensar, aunque estaba seguro que tal vez el sábado pudiera Josh hablarle y salir una vez más. Por lo pronto no podía quedarse devanándose los sesos con eso, tenía trabajo y necesitaba de toda su concentración.

 

 

* * * * * *

 

 

Josh estaba terminando de cerrar su bolsa de deportes para dirigirse a su casa después de estar cuarenta y ocho horas de servicio, a veces realmente era agotador, pero lo que lo animaba era que tendría un fin de semana tranquilo con sus hijos.

 

Gerry le había estado preguntando en la semana por Oliver y Josh le respondió que estaba ocupado con su trabajo. Los niños lo extrañaban y realmente él también; sin darse cuenta Oliver Heart se había metido bajo su piel y ahora estaba haciendo residencia en su corazón por tiempo indefinido.

 

Ese sentimiento le causó un poco de temor aunque estaba seguro que Oliver no dañaría a sus hijos como lo hizo la mujer que creyó era un ángel.

 

Sacudiéndose ese pensamiento, tomó su bolsa dirigiéndose a la salida no sin antes toparse con Gabriel y Dillon quienes lo miraban expectantes.

 

—¿Y…? —Preguntó Gabriel

 

—¿Qué con el Y? —respondió Josh alzando una ceja por la confusa cuestión.

 

—Vamos amigo, sabes a lo que nos referimos —dijo Dillon cruzándose de brazos con un sonrisa maliciosa.

 

—No sé de qué hablan —Josh negó con la cabeza y los pasó por un lado, sin embargo el dúo dinámico lo siguió interceptándolo totalmente.

 

—Amigo no te hagas el inocente y dinos que pasa con ese lindo chico que te acompañó a la guarida.

 

—¿Lindo chico? —contestó con amnesia.

 

Josh sabía que se los tendría que topar y sabía que ese día le preguntarían por Oliver.

 

—Josh, viejo, no finjas ¿recuerdas? Nosotros estábamos ahí y luego vino Candy a decirnos que era tu pareja ¿Cómo es que no sabíamos de eso? Y lo más importante ¿Desde cuando eres gay? —cuestionó totalmente Gabriel, en tanto Dillon asentía a lo que decía su amigo.

 

—Bien contestaré solo porque son mis amigos. Uno, el chico lindo se llama Oliver. Dos, no lo sabían porque no tengo por qué decirles nada y tres a ninguno de ustedes les importa si soy o no gay. ¿Contentos? —Los miró desafiante Josh, con esa mirada que les decía ni una palabra más—. Ahora caballeros me voy a casa con mis niños. —Josh comenzó a caminar y antes de salir del cuartel se volvió hacia ellos con el ceño fruncido para recordarles algo—. Por cierto, le deben una gran disculpa a Oliver y se la darán ¿estamos?

 

Los dos chicos sabían que era mejor no enfadar y no preguntar más a su amigo, así que asintieron con vehemencia.

 

Josh se dio media vuelta y siguió su camino con una sonrisa autosuficiente. Ahora necesitaba pensar en cómo invitar a Oliver para que pasara el sábado y domingo con ellos.

 

 

* * * * * *

 

 

Pasaban más de las diez de la noche y Oliver volvía a su casa arrastrando su humanidad. Ese día fue muy pesado, quería llegar a su casa y tirarse en su cama para no despertar hasta el lunes siguiente.

 

Quería hablar con Josh pero al parecer tampoco ese día tendría suerte, comenzó a buscarse su teléfono celular y vio que no lo traía; se detuvo en una banca para buscarlo con calma pero no había nada de su teléfono, seguramente se lo habían robado y ni siquiera se acordaba de cuándo fue la última vez que lo usó.

 

Con un suspiro profundo, Oliver prosiguió su camino y ahora más desanimado porque no sabía el teléfono de Josh, lo había guardado en la memoria de su teléfono y ahora se había perdido para siempre.

 

Poco después llegó a su casa y se dejó caer como siempre en su mullido sillón. La pérdida de su teléfono celular lo hizo entristecer, tendría que cancelar su número si no quería que alguien hiciera mal uso de él.

 

Con desgana marcó el número para cancelar su número de celular, solo bastaron dos o tres clics de parte del operador para cancelar su cuenta y número.

 

No tenía ganas de nada estaba demasiado cansado así que solo tomó un vaso con chocolate y se fue derechito a la cama en menos de cinco minutos se entregó al sueño totalmente dejando que de sus labios solo saliera el nombre de su bombero.

 

Josh…